De hojas en blanco

ex-Big Room de Maripili

Foto de Anna Brugués

Tampoco nuestra agencia ha podido escapar de la fiebre de austeridad que nos atenaza. Estamos de mudanza. Ayer fue el último día en nuestra ya antigua oficina y el lunes iniciaremos una nueva etapa en otro lugar; apenas 80 números más arriba en la misma calle, pero bastantes euros menos de alquiler. Ahora mismo estoy un poco triste, ya pasará. Ha sido mi espacio de trabajo durante diez años, desde que se fundó, y allí he vivido todo tipo de emociones, tanto profesionales como personales. Lo confieso, soy un nostálgico.

Por ejemplo, rememoro mi primer día en la agencia y el primer encargo que recibí de mi directora creativa. Se trataba de pensar un anuncio de doble página en la revista IPMARK para una agencia de eventos con la que colaborábamos. Sí, nada del otro mundo, ningún campañón; pero qué pánico me entró cuando después de recibir el briefing me dirigí a mi mesa y me enfrenté por primera vez al papel en blanco de mi nueva libreta. ¿Iba a ser capaz de dar con una buena idea? Diez años después diría que no siento esa clase de miedo, pero de un cosquilleo nervioso no me libra nadie.

Retornando al presente, durante los últimos días nos preparábamos para el traslado, embalando todo lo que nos queríamos llevar, tirando cosas inútiles o retirando todo tipo de artefactos que decoraban y alegraban la Chowroom y la Big Room. Poco a poco la agencia se iba vaciando hasta que ayer, antes de dejarla para siempre, cuando solo quedaban las paredes desnudas y los muebles imprescindibles para trabajar hasta el último momento, vi la imagen. Me di cuenta que la agencia se había convertido en una gran hoja en blanco sobre la cual, cuando este lunes lleguemos a nuestras nuevas oficinas, deberemos volver a escribir, y tal vez con un trazo diferente.

Permitidme acabar el post reproduciendo literalmente uno de los textos más inteligentes que he leído sobre lo que representa el papel en blanco. Es un breve artículo de Xavier Marcet, cuyo blog no tiene desperdicio:

«Se puede sentir vértigo ante un papel en blanco. Es la metáfora perfecta de la creación. Todo es posible pero todo debe salir de nosotros. Hacer emerger esquemas, ideas, bocetos como primera energía de proyecto. El que pierde el hábito del papel en blanco ya solamente se refugia en la inspiración de los demás y opta por compilar. El papel en blanco nos desnuda ante nosotros mismos, nos pone a prueba. Verifica nuestros mecanismos de pensar, comprueba la potencia y lubricación de las ideas y nuestra capacidad de combinarlas, evalúa nuestra destreza en la expresión. El papel en blanco es un termómetro de aprendizaje y de esfuerzo. El papel en blanco es un paisaje de nosotros mismos.»

Para enmarcar sobre una pared en blanco.

redactor digital o redactor a secas (I)

Soy miembro de un grupo de discusion en Linkedin especializado en redacción publicitaria: Advertising Copywriting. Hace unas semanas alguien inició un debate con un comentario en el que mostraba su hastío ante la etiqueta redactor digital aduciendo que lo que importaba de verdad era la redacción en sí y no el medio. Estas fueron sus palabras literales:

“For the love of God will people stop asking for ‘digital copywriters’. If you can write copy it doesn’t matter a flying fandango what medium you work in. I’m sick to death of this idiot pidgeonholing”.

La discusión que generó esta intervención se prolongó durante muchas jornadas y dio lugar a cerca de ¡500! comentarios. Confieso que mi papel fue de mero lurker, pero a cambio compilé buena parte de la conversación para resumiros en este artículo las ideas principales y los giros que se producían en el debate. Como suele suceder, las opiniones se polarizaron entre los que estaban totalmente de acuerdo con el comentarista inicial y los que no.

Los principales argumentos de los primeros fueron:

  • Un buen redactor es buen redactor en cualquier medio, si no funciona off-line tampoco lo hará on-line.
  • No importa para qué medio se escriba, los requisitos son exactamente los mismos: todo redactor debe ser creativo y persuasivo porque su objetivo último es el mismo: influir en la actitud o el comportamiento del receptor.
  • Las habilidades redaccionales son transferibles de medio a medio. Cada uno tiene sus reglas, pero solo hace falta entenderlas y aplicar las técnicas adecuadas de redacción.
  • Si no se hace referencia a redactor de anuncios de TV, redactor de radio, redactor de publicidad en el punto de venta, etc. ¿por qué se considera que se deba hablar, en cambio, de redactor digital o redactor web?
  • Cualquier redactor puede aprender los supuestos requisitos especiales de la escritura digital, de la misma manera que cualquier redactor que se precie tiene que saber redactar, por ejemplo, un sales folder, una carta de marketing directo o un folleto corporativo.
  • Destaco también el debate y la polémica que suscitó un participante al afirmar que alrededor de la escritura digital se había edificado toda una aureola mística elevándola a una especie de arte sagrado, inescrutable, un arcano solo al alcance de unos pocos elegidos, todo para defender una parcela profesional propia y vedada a los redactores de la “vieja escuela”. En la misma línea, alguien afirmaba que demasiados profesionales y demasiadas empresas están implicadas en perpetuar lo digital como algo diferente, y que si de repente se descubriera que la redacción digital no es tan especial y mágica como nos quieren hacer pensar, muchos de los“expertos digitales” iban a sentir amenazada su posición.

Los que sí que consideraron la conveniencia del adjetivo digital lo argumentaron así:

  • Escribir para los medios sociales, dispositivos móviles,  la publicidad on-line en general o redactar contenidos web requiere habilidades y conocimientos específicos (interactividad, SEO, arquitectura de la información, etc.)  que no son necesarios en medios off-line.
  • Muchos redactores tradicionales no están preparados para el on-line, sea porque no les interesa,  porque no lo  entienden, por falta de experiencia o simplemente por incompetencia, por lo que es imposible que puedan atribuirse el adjetivo digital.
  • Los redactores con talento pueden escribir lo que se propongan pero hay un mérito en la especialización: algunos son mejores como guionistas de spots, otros escribiendo anuncios de prensa o carteles de publicidad exterior, y otros, los digitales, escribiendo para la web.
  • Los redactores tradicionales que no quieren reconocer las peculiaridades de la redacción digital tienen un problema. Resistirse a admitir que escribir para los medios digitales es diferente es un error. Hay quienes están dispuestos a reconocerlo, mientras que otros no quieren renunciar a su zona de confort para permanecer en ella.
  • En un momento dado surgió el tema de la edad: eso sí que levantó ampollas y el debate se enfangó  en un conflicto generacional. Más de un participante sostenía que la mayoría de detractores eran auténticos dinosaurios publicitarios en fuera de juego profesional, resentidos por el hecho de no poder competir de tú a tú con los jóvenes nativos digitales.

En definitiva, planteado como un ejercicio de tesis-antítesis-síntesis, las opiniones mayoritarias del debate se podrían resumir así:

TESIS: No tiene sentido hablar de redactor digital porque si se es buen redactor el medio no tiene ninguna importancia.

ANTÍTESIS: Está plenamente justificado porque el redactor digital debe poseer unas habilidades y unas competencias especiales que no requiere el redactor tradicional.

SÍNTESIS: Ciertamente, quien quiera dedicarse a redactar en entornos digitales debería aprender ciertas “cosas”; pero no hay nada especial en ello, todo buen redactor puede hacerlo si se le concede el tiempo necesario, recibe la formación adecuada y, especialmente, si puede ponerlo en práctica.